Juguemos
Y fue cuando te paraste a pensar que, no eras tu el que jugaba con aquella persona, si no que, aquella persona era la que jugaba contigo. Y tú, como un iluso, caíste en su juego. En su red sin escapatoria, en sus encantos imposibles de esquivar, en su profunda, penetrante y enigmática mirada.
Te quedaste sin camino para volver, sin una salida que tomar, atrapado de por vida en su tela de araña, sin vuelta atrás.
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